Mi fai paura /ME DAS MIEDO
ME DAS MIEDO
Napoli, 3 de enero 2023
Estampa xilográfica y tipográfica de Mariana Chiesa Mateos, Boloña, 2020.
All Copyrights Reserved to the artist.
A Gabriela Wiener por su Huaco Retrato.
A mi mamá, que la extraño y no la echo de menos.
A mi abuela Delia, la hija de un peón rural y una historia mestiza,
laberinto ancestral silenciado.
Alle mie bisnonne terrone, todas ellas italianas del sur,
a las que la línea paterna argentina europeizante nunca nombra.
A todxs lxs, las y los marrones, sudakas,
indígenas y migrantes del Sur del mundo
viviendo en este continente.
Hay norte en el sur y sur en el norte, amen.
Provocazione
Algunas veces
en ciertos lugares
la racialización no es un color,
un rasgo indígena,
el espesor del cabello,
la porosidad de la piel.
I.
“Sono Paula, sono argentina, lo sentirete dal mio accento",
tal vez lo digo solo para cubrir mi imbarazzo
o para defenderme antes de tiempo,
como hacen los oprimidos.
Cada vez que dicen americano para referirse a un país.
Amiche, se llama Estados Unidos.
Cada vez que me obligan a justificar mi pasaporte italiano.
Es obvio que no merezco esta doble ciudadanía.
Idealizan América Latina,
sólo cuando les conviene.
Todas las veces que mi moneda no vale,
que no puedo decir cuánto cuesta un pasaje a Argentina
sin que se me crispe la voz.
Cuando me dicen si puedo o no
usar mi bandera para ser feliz.
Cada vez que tengo que decir
que escucho reggaeton
“solo para bailar”
porque no es música de verdad.
Cada vez que soy exagerada, apasionada, desbordada,
napoletana proprio.
Cuando les doy vergüenza por no ocultarme,
“la honte” me dijo una amiga francesa
en un tren al Este del Muro.
Cuando me hablan del seguro de desempleo,
del reddito di cittadinanza
y se quejan del poco dinero que les da el Estado,
sin saber que yo,
blanca latina, universitaria becada, feminista sudaka,
cual de todas las que quieran que sea,
no sabía lo que eran estos benedetti servizi
hasta que gané una beca europea.
Cuando aún tengo pánico de que la policía
italiana, francesa o española,
de alguno de los países civilizados donde viví,
me pida documentos alla fine di un corteo
y me mande de nuevo a Argentina,
con el poder de ejercer la penitencia.
Ah, pero mi madre es marrón.
A mi hermano le dicen “negrito”,
entonces está bien
que con esfuerzo
me gane sus limosnas.
II.
Este verano
esa invitación a escribir
el prefacio de Anzaldua
me dió vida.
Gracias Gloria por ayudarme a encontrar
una palabra en náhuatl
para sentirme en casa:
nepantla,
el estado del medio.
Un espacio liminar de desorientación constante,
de potencia,
de frontera entre dos Mundos,
uno viejo y alienado,
otro nuevo pero angustiado.
Europa, no lo entenderías.
¿Soy menos migrante
por tener papeles en regla (nosotras diríamos documentos)?
¿Cómo traducirían esto?
¿En qué idioma escribo?
¿A quién escribo?
¿Cuántas casas tengo?
¿Cuántas veces lo digo solo para procurarme
una sensación de calma?
Entonces todas las otras veces tengo miedo?
Ya me había olvidado que en español
usamos el signo de pregunta al inicio: ¿ .
¿Me estaré integrando troppo?
¿Cuántas palabras del lunfardo son italianas originalmente?
¿Cuántas veces me pregunté esto mismo viviendo acá?
¿Cómo entender una fractura de nuestra historia reciente
sin la posibilidad de viajar a través de este océano inmenso?
III.
Mi fai paura,
me respondió a una seguidilla de stories de Instagram
con memes y fotos de los festejos del Mundial
y yo sin pensarlo
no hice otra cosa que justificarme.
¿Será el acto de justificar la emoción
la fina hebra que divide colonizadxs de colonizadorxs?
Acá puedo escribir,
allá solo intentaba sobrevivir,
¿o es al revés?
Sobrevivir
sin perder
la insistente e imperiosa necesidad
de no perder
los orígenes.
Hasta agobiarme.
Hasta enfermarme.
“Escribí”.
Me dijo mi psicóloga.
Ed eccomi qui,
ésta es la forma elegante que encontré
de sacar afuera toda la mierda.
Estoy enojada, si.
No me digas que me calme.
Es mi vida, no solo una teoría
o un discurso políticamente correcto.
No sé cómo explicártelo de forma amorosa y empática,
tan brava que soy otras veces.
“Hai ragione, scusami, posso dirlo in un’altro modo”,
te lo digo a vos,
otra libriana,
solo para terminar la conversazione.
Pero la verdad
es que estoy cansada
de ser solo la que ustedes quieren
para sobrevivir a mis propias trampas.
IV.
Si te doy miedo,
¿me empodero?
Lo dijo Gabriela en su última novela.
Yo no estoy segura,
me doy miedo a mi misma.
Me desintegro.
¿Vivo en Bologna y no en Barcelona
porque no quiero adaptar
mi castellano al español del imperio?
¿Tal vez solo por eso me gusta hablar
otro idioma
que no sea el del Reino?
Pero igual fracaso: francés o italiano,
¿cuantos otros reinos?
¿A dónde iremos a parar con nuestras indecentes,
inconscientes,
reacciones desde la herida colonial?
V.
Mi mamá está feliz de que estudie en Europa,
no es solo porque estudio y me da prestigio,
porque soy inteligente y creativa
y disciplinada y blablaba.
Es porque es Europa,
lo veo en sus ojos tristes cada vez que cortamos
la videollamada de Whatsapp.
Europa siempre será mejor que nosotras.
Aunque sus programas de estudio sean mediocres,
una vera vera cagata.
La reactualización del mito iluminista,
no saben nada, no estudian nada,
pero nuestros títulos siempre valen
y valdrán menos.
Digo nada y pienso que estoy exagerando
pero no lo quiero borrar.
Pensamiento crítico acá son dos palabras vacías.
Lo de crítico es solo para quedar bien con la historia
mientras nos roban las tierras, las ideas y las ganas.
Tenemos la resistencia, pero la mayoría de las veces
no alcanza.
No hay nada más cierto que la frase de Fidel,
la historia los juzgará.
O tal vez seguirá juzgando a nuestra gente.
VI.
Salí entonces del bar en el que tomaba un café
con mi ex amante napolitanx.
Una hora antes escribí la primera parte de este ¿poema?
Mirando el mar azul sin olas y el Vesubio de fondo,
siempre magnánimo, qué mágica ciudad.
Latinoamérica in Italia, le dico.
Media hora antes compraba la camiseta trucha del Diego.
Me dije que éste era el momento.
En todos mis otros viajes a Napoli la había mirado con deseo
fervientemente escondido
dentro de las cajitas de cristal que se arma la pequeña burguesía
como marca de distinción.
La había mirado con ganas de llevármela a casa,
al mismo tiempo, como se mira un perro de la calle,
con ternura y compasión,
con una sorta de distancia también,
esa que tenemos quienes nos encontramos divididas.
Pero esta vez sentí el llamado
después de vomitar esta rabia en palabras.
Era el momento justo.
La bulimia literaria no es un concepto solo mio.
Le pregunté en un italiano tímido al tipo del kiosco de revistas:
-Quanto costa?
-Tredici (13) euro, ma per te dieci (10).
Obviamente me estaba mintiendo,
le dice eso a todas,
pero Elijo creer.
-Ah, lo dici perché sono argentina
le respondí clavándole una sonrisa seductora,
pronunciando la g como una “sh”
que mis amigxs de Mendoza llamarían porteña.
Pronunciación sbagliata pero con sentimiento.
Sentimiento que no rebalsa mi cuerpo en ese instante.
Camino sin una lacrima en la cara pero
con mi bolsa blanca de plástico
con la camiseta del 10,
una bolsa como esa que te dan en la salada,
pero ahora a unos metros del Mediterraneo,
en una calle que me recuerda a Buenos Aires.
Qué extraño es ser extranjera acá.
- Sono argentina.
- Forza Maradona.
Quizás avete ragione.
Muchachooooos, ahora nos volvimo’ a ilusionar. *
Diego existe y nos cuida desde el cielo.
¿Qué otra nos queda?
Se vive de ilusiones.
Mi fai paura / versione italiana, tradotta da Valentina Greco.
Napoli 3 gennaio 2023
Provocazione
Certe volte
in certi luoghi
la razializzazione non è un colore,
un tratto indigeno,
lo spessore dei capelli,
la porosità della pelle.
I.
“Sono Paula, sono argentina, lo sentirete dal mio accento”,
forse lo dico solo per nascondere il mio imbarazzo
o per difendermi in anticipo
come fanno gli oppressi.
Ogni volta che dicono americano per riferirsi a un paese.
Amiche, si chiamano Stati Uniti.
Ogni volta che mi chiedono di dare giustificazioni per il mio passaporto.
Ovvio che non merito questa doppia cittadinanza.
Idealizzate l’America Latina,
solo quando vi conviene.
Tutte le volte che la mia valuta non vale,
che non posso dire quanto costi un biglietto per l’Argentina
senza che la mia voce si incrini.
Quando mi dicono se posso o non posso usare la mia bandiera per mostrarmi felice.
Ogni volta che dico che ascolto il reggaeton
“solo per ballare”
perché non è vera musica.
Ogni volta che sono esagerata, passionale, eccessiva,
napoletana proprio.
Quando vi metto in imbarazzo perché non mi nascondo,
“la honte” mi ha detto un’amica francese
su un treno a est del Muro.
Quando mi parlate dell’indennità di disoccupazione,
del reddito di cittadinanza
e vi lamentate dei pochi soldi che dà lo Stato,
senza sapere che io,
latina bianca, universitaria con borsa, femminista sudaka,
chiunque vogliate io sia,
non sapevo nemmeno cosa fossero questi benedetti servizi
finché non ho vinto una borsa di studio europea.
Quando continuo a temere che la polizia
italiana, francese o spagnola,
di qualcuno dei paesi civilizzati dove ho vissuto,
mi chieda i documenti alla fine di un corteo
e mi rispedisca in Argentina,
col potere di dare una punizione.
Ah, però mia mamma è marrone.
Mio fratello lo chiamano “negrito”,
dunque è giusto che con fatica
guadagno la tua elemosina.
II.
La scorsa estate
l’invito a scrivere
una prefazione ad Anzaldùa
mi ha ridato vita.
Grazie Gloria per avermi aiutato a trovare
una parola in náhuatl per sentirmi a casa:
“nepantla”,
lo stato del mezzo,
"el estado del medio".
Uno spazio liminare di costante disorientamento,
di potenza,
di frontiera tra due Mondi,
uno vecchio e alienato,
l’altro nuovo ma angosciato.
-Europa, no lo entenderías.-
Sono meno migrante perché ho le carte in regola (noi diremmo documenti)?
Questo come lo tradurresti?
In che lingua scrivo?
A chi scrivo?
Quante case ho?
Quante volte lo dico solo per calmarmi?
Quindi tutte le altre volte ho paura?
Mi ero già dimenticata che in spagnolo
mettiamo il segno di domanda all’inizio della frase: ¿.
Mi sto integrando troppo?
Quante parole del “lunfardo” vengono dall’italiano?
Quante volte me lo sono chiesta vivendo qui?
III.
Mi fai paura,
mi è stato risposto a una serie di stories su Instagram
che contenevano meme e foto dei festeggiamenti per il Mondiale
e io senza pensarci
non ho fatto altro che giustificarmi.
Sarà l’atto di giustificare le emozioni
il filo sottile che divide colonizzat* e colonizzator*?
Qui posso scrivere,
lì cercavo di sopravvivere.
O è il contrario?
Sopravvivere
senza perdere
la necessità insistente e imperativa
di non perdere
le origini.
Fino a tormentarmi.
Fino ad ammalarmi.
“Scrivi”.
Mi ha detto la psicologa.
Ed eccomi qui
questa è la forma elegante che ho trovato
per tirar fuori tutta la merda.
Sono stufa, sì.
Non dirmi di calmarmi.
È la mia vita, non è solo una teoria
o un discorso politicamente corretto.
Non so come spiegartelo in modo affettuoso ed empatico,
anche se so essere così brava altre volte.
“Hai ragione, scusami, posso dirlo in un altro modo”,
lo dico a te,
un’altra del segno della Bilancia,
solo per chiudere la conversazione.
Ma la verità
è che sono stanca
di essere solo quella che volete io sia
per sopravvivere alle mie stesse trappole.
IV.
Se ti faccio paura,
mi impotero?
L’ha detto Gabriela nel suo ultimo romanzo,
io non ne sono sicura.
Faccio paura a me stessa.
Mi disintegro.
Vivo a Bologna e non a Barcellona perché
non voglio
adattare
il mio castigliano allo spagnolo dell’impero?
Forse è solo per questo che mi piace parlare una lingua
che non sia quella del Regno.
Ma fallisco lo stesso.
Francese o italiano, quanti altri regni?
E dove finiremo con le nostre indecenti,
incoscienti,
reazioni alla ferita coloniale?
V.
Mia mamma è felice che io studi in Europa,
non solo perché lo studio mi dà prestigio,
perché sono intelligente e creativa
e disciplinata e blablabla.
È perché è l’Europa,
lo vedo nei suoi occhi tristi ogni volta che chiudiamo
le videochiamate su WhatsApp.
L’Europa sarà sempre migliore di nosotras.
Anche se i suoi programmi di studio sono mediocri,
una vera vera cagata.
La riattualizzazione del mito illuminista,
non sanno nulla, non studiano nulla,
ma i nostri titoli valgono meno
e sempre varranno meno.
Dico nulla e penso di esagerare
ma non voglio cancellarlo.
“Pensiero critico” qui sono due parole vuote.
La faccenda del “critico” serve solo a fare bella figura con la storia
mentre a noi rubano la terra, le idee e i desideri.
Resistiamo, ma la maggior parte delle volte non funziona.
Non c’è niente di più vero della frase di Fidel,
la storia li giudicherà.
Oppure continuerà a farlo con la nostra gente.
VI.
Poi sono uscita dal bar nel quale avevo preso un caffè
con l* mi* ex amante napoletan*.
Un’ora prima avevo scritto la prima parte di questo poema (?)
mentre guardavo il calmo mare azzurro e il Vesuvio sullo sfondo,
sempre magnanimo, che città magica.
America Latina in Italia, la chiamo così.
Mezz'ora prima avevo comprato la maglia contraffatta di Diego,
mi sono detta che era arrivato il momento.
In tutti i miei altri viaggi a Napoli l’avevo guardata con desiderio
nascosto fervidamente
dentro le scatole di vetro che la piccola borghesia si costruisce
come segno distintivo.
L’avevo guardata con il desiderio di portarmela a casa e,
allo stesso tempo, come si guarda un cane randagio,
con tenerezza e compassione,
e anche con una specie di distanza,
quella che accomuna noi che siamo scisse.
Questa volta, però, ho sentito la chiamata
dopo aver vomitato questa rabbia in parole.
Era il momento giusto.
La bulimia letteraria non è un concetto solo mio.
In un italiano timido ho chiesto al giornalaio:
-Quanto costa?.
-Tredici (13) euro, ma per te dieci (10).
Naturalmente mi stava mentendo,
dice lo stesso a tutte,
ma Elijo creer.
-Ah, lo dici perché sono argentina,
gli ho risposto con un sorriso seducente,
pronunciando la g col suono sh
che l* mi* amic* di Mendoza definirebbero castigliano “porteño”.
Pronuncia sbagliata, ma con sentimento.
Sentimenti che in quel momento non traboccano dal mio corpo,
cammino senza una lacrima sul viso, ma col mio sacchetto di plastica bianca
con dentro la maglia del numero 10,
un sacchetto come quelli che ti danno al mercato de la salada,
ma a pochi metri dal Mediterraneo,
in una strada che mi ricorda Buenos Aires.
Che strano essere una straniera qui.
- Sono argentina.
- Forza Maradona.
Forse avete ragione,
“Muchachooooo', ahora nos volvimo’ a ilusionar”.*
Diego è vivo e ci guarda dal cielo.
Cos’altro ci resta?
Si vive di illusioni.
* https://www.youtube.com/watch?v=i4t1bGD-j9M
//La serigrafía es un regalo sagrado de Mariana @chiesamateos en mi pared, artista argentina que vive en Bologna. El arte sudaka que acompaña. //
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